jueves, 30 de junio de 2011

Clara

Quisiera que todas conociéramos a “Clara Stevens”, probablemente ella sí entendió para que estamos las mujeres en el mundo, ella comprendió de que se trataba la educación que nos dieron y los roles que nos corresponden; pero para que ustedes lo entiendan debo usar una cita de Eduardo Marquina, en una bella novela titulada Agua en Cisterna.

“Un poco más tarde. Ella ignora el coloquio tenaz de Clavero y Berta Stevens dura desde las diez de la mañana. Ella – me consta- morirá ignorando hasta la posibilidad de aquel largo y divino coloquio. Por eso, ella no tiene nunca hiel. Ella debe alimentar el fuego de su llamita interior en una ignorancia blanca de toda la vida ajena a ella. Carece de la facultad de inducción y suposición. Para ella, la vida, no importa en qué momento, es una máquina que empieza a rodar y moverse al llegar ella. Y antes había estado fija; y después volverá a detenerse. Para ella no existe el peso muerto de la vida; el antes y el después; ese interrogante angustioso de lo no intervenido por nosotros que nos hace llorar sin razón en la adolescencia; que nos consumirá de impotente desesperación en la vejez…

¡Divina Clara Stevens! ¡Criatura del momento y del goce sin escrúpulos …! Su presencia era siempre intensa y total como la luz de una estrella.”

- “ Cuando usted no sea más nuestro amigo, que usted y nosotras hayamos dejado Panamá… Vamos a suponer que usted me escribe desde España alguna vez: ¿sabe usted lo que me preguntará mi hermana?

- No lo sé ni alcanzo a figurármelo, diga usted.

- Pues bien; Clara entonces me preguntará: ¿Ve usted? Clara es así. Como todas las americanas, aún ignora que las mujeres hayamos venido al mundo con el exclusivo objeto de servir para el amor; y los hombres, con el único fin de obligarnos a esa servidumbre. Por eso ha perdido usted su tiempo esta tarde, Ricardo. Por eso yo no puedo tener celos de Clara.

- No puede usted tener celos porque no sabe usted querer.

- Tal vez esa sería mi única ciencia, si no le tuviera miedo al sufrimiento. Hasta hoy corrió, como único legítimo, el amor que hace sufrir. Y yo detesto el sufrimiento. Me parece un inmoralidad, Ricardo. Como una infección en una flor.

- Entonces… ¿Qué necesita usted…?

Ahora mismo, su brazo hasta el "hall". Papá quedó hablando con unos oficiales y por lo visto se olvida de mí; yo estoy rendida. Me he cansado mucho esta tarde viéndole cansarse a usted, por seguir en sus correrías infantiles a mi hermana.”

"Divina Clara Stevens", es así como la describe el autor, no sé si es divina o simplemente nunca quiso profundizar en sus pensamientos, quizá solo sintió que ese sí era el propósito de una mujer en la vida, aquella servidumbre.

No pretendo hacer una crítica a quienes decidieron una vida sin cuestionar los roles asignados, porque existe la posibilidad de que a las mujeres sí nos guste la vida de ama de casa junto a un hombre. Tampoco considero que ese sea el ideal de una mujer.

Solo quiero sembrar una imagen en sus mentes, la de Clara Stevens y su antónimo Berta Stevens (su hermana), tal vez quiero que mantengan esa imagen porque anhelo la inocencia de la primera y me pregunto si ese es el camino para alejarse de la zozobra interminable con la que se convive cuando todo se cuestiona.